- Editorial:
- LIBROS CORRIENTES
- ISBN:
- 978-84-948434-2-6
- Páginas:
- 124
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VIDA DE CARNAVAL: DE MÁSCARAS, PARODIAS, LITERATURA Y CARNAVALIZACIÓN
GARCÍA CALVO, AGUSTÍN
Disponibilidad:
«La mecanización de la fiesta, la planificación industrial y comercialización de la misma (Navidades, Reyes, días del padre y de la madre...) o esas formas minúsculas de celebración en discotecas, «pubs», bares, pequeñas sociedades corpusculares, le quitan toda posibilidad de una mayor participación de la colectividad.»
Julio Caro Baroja entrevistado por Emilio Temprano
«Las grandes ciudades de la baja Edad Media (tales como Roma, Nápóles, Venecia,París, Lyon, Nuremberg, Kóln, etc) llevaban durante tres meses al año -si no más, si sumamos todas las fiestas- una vida absolutamente carnavalesca. Puede decirse (manteniendo evidentemente ciertas reservas) que el hombre de la Edad Media tenía dos vidas: la una oficial, monolíticamente seria y limitada, sometida a un orden jerárquico rígido, penetrado de dogmatismo, de temor, de veneración, de piedad, y la otra de carnaval y de plaza pública, libre, llena de risa ambivalente, de sacrilegios, de profanaciones, de envilecimientos, de inconveniencias, de contactos familiares con todo y con todos.»
Mijaíl Bajtín
«Habéis oído todos hablar de la institución de las orgías, también en los pueblos llamados primitivos, que estaban destinadas justamente a esto, es decir, a procurar una especie de desahogo en plazos limitados, en días limitados -un día al año, un día a la semana- de aquello que se sospechaba que en el pueblo podría resultar peligroso si no encontraba este desahogo. Y de esta manera, concediendo el desahogo de la orgía pues, naturalmente, se aseguraba el orden total y, sobre todo, se aseguraba por medio de lo que he dicho: que la alternancia entre días rojos y días negros, entre la fiesta y el trabajo, produjera la creación de ese tiempo vacío, ese tiempo siempre destinado al futuro, siempre destinado a la muerte, que es el tipo de tiempo que Capital y Estado necesitan para establecer su orden. »
Agustín García Calvo