LECTURA PÚBLICA DE LES CARTES DE PRÁCTICA DE LA EMOCIÓN.

Diumenge, 7 de maig, 12 del migdia
Nollegiu del Poblenou

Lectura pública de les cartes de
PRÁCTICA DE LA EMOCIÓN
Correspondencia (1986-2000) Rafael Pérez Estrada i José Ángel Cilleruelo

Amb José Ángel Cilleruelo

Rafael Pérez Estrada (Málaga, 1934-2000) es uno de los escritores más singulares y deslumbrantes de la literatura española reciente. Autor de una obra de claro predominio poético, ha escrito también títulos de narrativa, de teatro, de aforismos y de ensayo. Y ha legado una ingente colección de dibujos en los que sobresale la imaginación plástica.

José Ángel Cilleruelo (Barcelona, 1960) es escritor y crítico literario. Su obra poética ha sido antologada en La mirada (2017). Es autor de seis novelas —entre las que destacan El visir de Abisinia (2001) y Al oeste de Varsovia (2009)—, y de diversos volúmenes de diarios, el último Dedos de leñador (2021). Mantiene blogs de creación literaria (El visir de abisinia), de crítica literaria (El balcón de enfrente) y de prosa memorialista (Ventanilla de vagón). Es, asimismo, estudioso de la obra de Rafael Pérez Estrada, de quien ha editado diversas antologías —como El ladrón de atardeceres (1998) o Cosmología esencial (2000)—, compilaciones de obra póstuma —como Bajo el cielo indeciso (2004)— y diversos artículos.

Dos poetas se intercambian palabras (todavía es la época de las palabras lentas): así podría haber surgido el universo. Dos poetas que se turnan para lanzar su imaginación al aire (uno la echa a volar, el otro la recibe) y, al hacerlo, reinventar las leyes universales, darle otro sentido a las cosas, trastocar el orden del mundo. Dos poetas, uno de Málaga y el otro de Barcelona, ambos ingeniosos, divertidos y profundos, que han encontrado un modo de relacionarse más allá de lo convencional. Se quieren y se respetan y, sobre todo, se emocionan a distancia pero juntos. Repasan nombres, libros, circunstancias profesionales, artículos, poemas, sucesos personales, viajes. Dos poetas que no se escriben porque se conozcan, sino para conocerse; y porque confían en la sensibilidad y en las metáforas (las espontáneas del día a día y las más elaboradas de la escritura, aunque confundidas las unas con las otras) para trascender ese conocimiento y elevarlo a la categoría de vida.